La idea de los edificios que no se limitan a ser estructuras pasivas, sino que son capaces de reaccionar y adaptarse al entorno ante las variaciones meteorológicas es una tendencia que empieza a tener cierto eco en la arquitectura moderna. Un ejemplo de esta arquitectura reactiva sería la tecnología Hypermembrane, un proyecto impulsado por arquitectos españoles con el respaldo de la Unión Europea.